La vida de Caravaggio pintada en San Mateo

El ciclo de tres cuadros (La vocación, La inspiración y El martirio) que componen La vida de San Mateo pintada por Caravaggio para la Capilla Contarelli de la iglesia de San Luis de los Franceses de Roma, marca del momento de culminación de una nueva manera de entender la pintura que da inicio al periodo Barroco.
El pintor confiere una función sin precedentes en la historia de la pintura a la luz, convertida ahora en principal elemento compositivo y generadora de una iluminación violenta de las figuras y los espacios, a la vez que mantiene su carácter simbólico.
Sus personajes están extraídos del pueblo, son figuras vulgares, muy alejadas de la belleza ideal que aconsejaba la tradición para los cuadros de contenido religioso.
Además, el pincel de Caravaggio es casi obsesivo en la representación de las calidades, las texturas y los materiales, como una manera de materializar aún más a aquellas figuras que al espectador de la época le costaba identificar con personajes de las sagradas escrituras.
Caravaggio rompe en La vida de San Mateo con el decorativismo manierista dominante en una Roma que en aquel momento ocupaba, de manera indiscutible, el centro del arte mundial. En cambio, propone una nueva forma más humana, más directa y casi cruel de representar la realidad que marcará buena parte del mejor arte barroco de las décadas posteriores.
Enfrentarse por primera vez a la contemplación de La vida de San Mateo es, para cualquier amante del arte, una experiencia única, sobrecogedora y violenta, por la fuerza de tres de los lienzos más potentes visualmente de toda la Historia del Arte. 

San Luis de los Franceses

Se levanta en pleno centro de Roma, muy cerca de la plaza Navona y entre ésta y el Corso. Fue proyectada por Giacomo della Porta y construida por Domenico Fontana entre 1518 y 1589 por iniciativa del cardenal Julio de Médicis (quien llegaría al papado con el título de Clemente VII).
La principal advocación del templo es la de San Luis, rey de Francia, actuando como iglesia nacional francesa dentro de la ciudad de Roma.






Es la capilla más próxima al altar mayor del lado del Evangelio de la iglesia de San Luis de los Franceses.
Fue construida por encargo del cardenal francés Matteu Cointrel (su apellido se italianizó como Contarelli) en la última década del siglo XVI.






 Jesús vio a un hombre llamado Mateo sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: "Sígueme". Mateo se levantó y le siguió. Mateo. 9.9

  



En el interior de lo que parece una sórdida taberna, un grupo de hombres ricamente vestidos a la moda del siglo XVII, se afanan en contar el dinero dispuesto sobre la mesa. Por la derecha aparece la figura de Jesús, descalzo, que señala hacia Mateo para pedirle que le siga. El futuro evangelista muestra su sorpresa ante la inesperada situación. La dignidad de la figura de Cristo, contrasta con la ruindad de Levi que ni siquiera en un momento de tal dramatismo es capaz de dejar de contar su dinero. 




Mateo, ahora vestido con sencillas túnicas aparece absorto a lo que el ángel situado en la parte superior del cuadro le está dictando para su Evangelio. El anciano se apoya con la rodilla sobre un taburete y se dispone a escribir sobre un grueso libro.
Apenas hay elementos que ambienten la escena. Los muebles de madera son los únicos referentes espaciales en el fondo neutro de la composición. El pintor pone especial cuidado en dejar evidencia del suelo para que las figuras no se recorten en el vacío.
San Mateo y el ángel dibujan una línea sinuosa y ascendente en la que los colores cálidos de los ropajes del evangelista ejercen de referencia visual predominante. 





Envió a un soldado con una espada, que halló a Mateo orando con las manos alzadas al cielo ante el altar. Hundió la espada sobre la espalda del Apostol y lo mató, y, así, lo hizo mártir.

J. de la Vorágine, Leyenda dorada.

La violenta irrupción del soldado-verdugo en el centro de la escena provoca un movimiento circular a su alrededor. Mateo, ya vencido, extiende su mano hacia la palma del martirio muy próxima a la cruz del altar. Un niño huye despavorido, otros personajes observan la escena entre la indiferencia y el horror. La luz, violenta, modela los cuerpos y descubre las expresiones.

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